miércoles, 13 de abril de 2016

PABLO IBAR: "No acepté la cadena perpetua porque soy inocente y eso no es vida"

¿Inocente o culpable?

Pablo Ibar es un vasco de 42 años residente desde niño en EE.UU., lleva 20 años encarcelado de los cuales los últimos 14 los ha pasado en el corredor de la muerte. Se encuentra en la prisión estatal de Raiford de Florida.

Se le acusa de un triple asesinato, el de un propietario de un club de alterne y de dos modelos. Los tres asesinados con un tiro en la nuca. Esto sucedió en 1994. La agresión y el asesinato fueron grabados por una cámara oculta que había en la vivienda donde se produjeron los hechos.
Varias semanas más tarde, Pablo es detenido por otro delito. La policía cree que el rostro de la persona que aparece en las imágenes que se grabaron del asesinato guarda gran parecido con el detenido.


Tras seis años de aplazamientos, el 14 de junio del año 2000 Pablo Ibar es condenado a muerte por el triple asesinato. Desde ese día espera su ejecución en el corredor de la muerte de la prisión de Florida, “por un crimen que no cometí. Soy inocente” asegura una y otra vez. “Si hubiera tenido dinero para un buen abogado no estaría en el corredor de la muerte”.
En el caso de Pablo Ibar, hay lo que se denomina en el lenguaje jurídico duda razonable. La única prueba que existe es una imagen borrosa captada por una cámara de seguridad, las pruebas de ADN dieron negativas y tampoco se encontraron restos de sangre o de cabello de Pablo en el lugar del crimen.
Pablo se aferra a un nuevo juicio que pueda abrirle las puertas a la libertad.

Cuenta con el apoyo de Tanya, su esposa, “su ángel” según él. Tanya es la joven de 16 años con la que estaba la noche del crimen, según su declaración y confirmada por la propia Tanya. “Por eso Tanya sabe que soy inocente y me apoya, y me ama. Sin ella, moriría”. Es tal el amor entre ellos que contrajeron matrimonio en la prisión, separados por un cristal.
Tanya recorre cada sábado 800 km para ver a Pablo. Se abrazan y charlan aunque tienen restricciones para estar juntos. Solo se les permite dos besos, uno a la entrada y uno a la salida y desde hace trece años, desde que está en el corredor de la muerte, no mantienen relaciones íntimas.

Cuando Pablo entró en prisión tenía 22 años. En el mundo que conoció no existía Internet, no había teléfonos móviles y los coches no eran como los de ahora.

La vida en la cárcel y en concreto en el corredor de la muerte está llena de dificultades, no tiene oportunidad de aprender, no se le permite ordenadores ni teléfonos y los presos sólo pueden ver la tele (que compran ellos mismos) un par de horas al día. Esa es su única distracción.
Es duro aguantar aquí solo tantas horas y no volverse loco” asegura.


Finalmente, Ibar se encontró con una esperanza cuando el tribunal que lo juzgó anuló la sentencia de pena de muerte en forma de recurso presentado por el Estado de Florida ante el Supremo.


En el siguiente enlace se puede ver una entrevista realizada a Pablo Ibar donde cuenta su caso y su vida desde que fue condenado:
http://www.rtve.es/noticias/20140522/ultima-verdad-condenado-eeuu-cuando-preso-dicen-va-morir/941820.shtml



Ana Jaramillo Vela



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